Lejos de pedir otra copa
en el local de la esquina
donde por costumbre sales
con la cara rota,
las cuatro eran ya en el reloj.
Y se dio una situación cumúnmente extraña:
Los de pinta rara,
empezaron a consumir
la sal de los tequilas (o algo así).
Además, no se paro el tiempo
cuando se descorcho las séptima botella,
y entre sonrisas de tristeza
se hizo el silencio abrumador.
Y fue salir de allí y de noche cerrada,
acaricie un pecho
fingiendo ser mi almohada.
Ya olía a mierda cuando
se mezclaron las salivas y los alientos.
Se hizo el amor.
Aunque ni yo sabía quien era ella,
ni ella sabía quien era yo.
Llegue a casa
y entre papeles tirados,
me hice un hueco al costado de su brazo,
el de mi musa imaginaria.
Pasó la escasa noche y la mañana,
me desperté llorando como por costumbre lágrimas.
Y salí a hacer amigas,
a ese local de la esquina,
donde por costumbre sales
con la cara rota...